CLAUDIO MONTEVERDI:
EL COMBATE DE TANCREDO Y DE CLORINDA
Texto de Torcuato Tasso
(Extractado de Jerusalén libertada)
Versión Castellana de Juan Borja © 1994
(Fragmento)
Narrador:
Tancredo, por Clorinda
engañado,
un varón la imagina,
y su adversario.
Y, al franquear
la amazona el collado
Que linda el reino,
avístala el templario.
Síguela impetuoso
y, todavía rezagado,
Lo anuncia ya de
su panoplia el eco vario.
Ella se vuelve,
y grita:
Clorinda:
¡Eh, tú! ¿Qué trae tu airado andar?
Narrador:
Responde:
Tancredo:
¡Trae guerra y muerte!
Clorinda:
¡Ambas te daré!
Narrador:
Dice,
Clorinda:
No es mi querer
negártelas si las buscas
Tentando mi ira.
Narrador:
El noble hidalgo,
viendo ir de a pie a su enemigo y él
ahorcajado, desmonta.
Y entrambos campean
el hierro fiel
Y orgullosa la cólera
remonta.
Van al encuentro,
a paso tardo y lento,
Cual dos toros celosos
en recio tiento.
Noche, que en tu
profundo seno
ocultaste al porvenir
justa tan noble,
Digna del terso
sol, del teatro en pleno
digna, que en su
laurel su honor redoble.
Plúzgate que la
enseñe y albor sereno
En la futura edad
su loor sea doble.
¡Viva su fama, pues!
De aquesta gloria
brille en clara
luz justa memoria.
Sin rehuir, sin
sortear, sin esquivarse al menos,
Golpéanse a tientas
casi sin mirarse.
Quita la lobreguez
los fueros plenos.
Oid las espadas
horriblemente arquearse
a media hoja sin
ceder los terrenos.
Siempre el pie firme,
la mano siempre activa,
Abriendo al compatir
la carne viva.
Honra afrentada
exhorta la venganza,
Y la venganza vil
nueva deshonra anima.
De ahí que siempre
a luchar la saña lanza
Sangre endrina en
tan vejada estima.
Ciérrase cada vez
la fiera acechanza
A punto tal que
la espada no lastima:
Sueltan los filos
y, envilecidos y crudos,
Danse de golpes
y con los escudos.
Tres veces el paladín
la moza oprime
Con el robusto brazo
y desafiante
Ya de ese abrazo
de odio se redime,
Nudo de un enemigo
y no de amante.
Torna el acero que
su señal imprime
Con viva sangre.
Cansado y anhelante
Al cabo cada cual
ya se retira
Y, tras el duro
combatir, respira.
Pro fin se miran
desde el sotén que ofrece
el pomo de la espada
al cuerpo herido.
Ya la última estrella
palidece
Y el alba brilla
en tono encendido.
Nota Tancredo que
mayor mal padece
Su contrincante,
y que a él mejor le ha ido.
Se alegra y regocija:
¡Oh! Muestra loca
Y dura de que el
Hado en revés trastoca.
¡Mísero!¿Qué te alegra? ¡Oh, cuán penosos
resultaron tus triunfos
y cuán precoz tu canto!
La altivez pagaréis,
ojos umbrosos,
Y la sangre vertida
con triste llanto.
Así, cansados y
sosegados briosos
Combatientes se
vio cesar un tanto.
Rompe el silencio
al fin Tancredo y clama
Revele el otro gracia
y fama.